Todo lo que tengo en mi vida son mis amigos y mi trabajo. Vivo en el mismo lugar que ellos y tenemos el mismo trabajo. Nadie se acuerda ni piensa en nosotros, pero nos da igual, somos felices hasta el día en que nos separan. Es difícil, nuestra vida es muy difícil, todos deseamos salir de aquí, ser libres, pero nosotros no controlamos cuándo ni cuántos vamos a abandonar al resto.
El día más triste de mi vida fue el mismo día que para mi dueña, nuestra jefa, lo fue. Ella es la que controla cuando debemos salir.
Aquel día todos nos peleábamos por ser los primeros, queríamos recorrer ese camino que tanto deseamos desde que nacemos y, por fin, ser libres. La libertad para nosotros es la muerte, según salimos de aquí y caemos, nos morimos, pero es nuestra libertad, es lo más grande para nosotros.
Iba dada de la mano de él, queríamos morir juntos, queríamos terminar nuestro trabajo suicidándonos juntos. Tirarnos de este edificio tan alto para caer en el suelo y acabar con esta vida tan insignificante que tenemos.
Se soltó de mí y le vi caer, salió de la puerta, le costó caer ya que esperaba que yo fuese detrás, pero las puertas se me cerraron.
No hago más que esperar a que las puertas se vuelvan a abrir para poder volver con él y vivir juntos la muerte.
Creo que este es mi fin. Mi dueña está triste, no tardará en empezar a llorar. Estoy la primera, yo seré la primera en salir esta vez.
Allí voy. Cruzo su cara rápidamente, los demás me siguen, son muchos. Necesita exteriorizar sus sentimientos, nosotros somos su clave. Ahora estoy volando, estoy en una caída libre. Ya está, lo último que veo es el suelo esperándome.
VIDA DE UNA LÁGRIMA